El uso del acero inoxidable en hospitales, clínicas y laboratorios está bastante extendido. Esto se debe a distintos factores entre los que destacan: su superficie no porosa, que evita la acumulación de bacterias y facilita la desinfección, su resistencia a agentes corrosivos, su durabilidad y la versatilidad que ofrece, que permite crear una amplia gama de equipos y dispositivos médicos. 

Ahora, es interesante saber que dependiendo de la composición química de la aleación, obtendremos un tipo u otro de inoxidable, y que cada uno de ellos tiene un comportamiento diferente para cada situación:

- Aceros inoxidables austeníticos

Son los más utilizados en equipamientos médicos. El tipo 304 es conocido por su resistencia a la corrosión y facilidad de limpieza, lo que permite su uso en estructuras y superficies de contacto directo. Por ejemplo, la estructura de las sillas de ruedas, las barandillas de los pasillos... 

En aplicaciones de mayor exigencia, como esterilizadores y mesas de operaciones, se prefiere el tipo 316, que incorpora molibdeno para mejorar su resistencia a la corrosión. Ambos aceros son no magnéticos, imprescindible en entornos quirúrgicos.

Por otro lado, el tipo austenítico 316L es común en prótesis y dispositivos de fijación por su resistencia a la corrosión y su biocompatibilidad. Este material se emplea en tornillos, placas y otros elementos que requieren una alta durabilidad y seguridad al estar en contacto con el cuerpo humano.