Aleaciones resistentes a la corrosión
El níquel y las aleaciones de níquel presentan una valiosa resistencia a la corrosión en un amplio abanico de entornos acuosos, muy habituales en la industria de procesos químicos y de producción energética. El níquel es, por sí mismo, un metal versátil y resistente a la corrosión. Y lo que es más importante, su compatibilidad metalúrgica a la hora de formar aleaciones con otros metales abarca una considerable variedad de compuestos, permitiendo crear sistemas binarios, ternarios y otros sistemas complejos de aleaciones de níquel que manifiestan un comportamiento único y específico de resistencia a la corrosión, lo que es de gran utilidad a la hora de hacer frente a los entornos corrosivos actuales en la industria de procesos químicos.
La resistencia a la corrosión depende de la composición química de la aleación, de sus características microestructurales, de la naturaleza química del entorno y de la naturaleza de la relación entre la aleación y el entorno.
Uno de los principales elementos de aleación es el cromo, necesario para proporcionar una capa estable de superficie pasiva; de esta capa depende la resistencia a la corrosión. Tras el cromo, el elemento de aleación más importante es el molibdeno, pues aumenta la resistencia a la agresión corrosiva habitual en medios reductores. Junto con el cromo, su importancia es vital para garantizar la resistencia a la corrosión originada por picaduras y grietas.
El circonio debe su excelente resistencia a la corrosión a una capa de óxido pasivante (ZrO2) que se forma muy rápidamente en la superficie. Esta capa hace que dicho material sea resistente a prácticamente todos los ácidos orgánicos y soluciones alcalinas, así como a los ácidos minerales.